lunes, 18 de enero de 2010
Cuando me toco por primera vez sentí abrir miles de puertas en mi cuerpo. Mi constitución molecular era algo más fuerte que la última vez, pero de esas puertas que él un día abrió salieron animalillos que corrían por mi piel y que me gritaban en un idioma extraño que se había activado una especie de bomba de tiempo. Mi respuesta obligada a mostrase, me dejo mal parada. Jamás volvió, nunca conocí cuando tiempo me quedaba después de esa visita de inesperados espíritus en mi. No regreso a cerrar esas puertas que quizá solo mi Dios, debió haber abierto. Porque quizá, después, solo un demonio podría cerrarlas.
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